Chihuahua, Chihuahua 22 de diciembre de 2019
«Todos mienten»
Fue una frase que le dio mucha popularidad a una serie llamada Dr. House hace ya algunos años. Lo aparentemente interesante de ello no es el simple aforismo de una condición intrínseca y casi universal en el ser humano: «todos mienten», sino lo diferente. Lo particular de cada mente para encontrar motivaciones para mentir. La gente miente por muy distintas razones, pero no deja de mentir. Y sin embargo, el problema se encuentra cuando esas mentiras median entre situaciones de mayores implicaciones:
a) cuando las mentiras le cuestan a una persona su honor y credibilidad frente a una comunidad
b) cuando las mentiras conllevan pérdidas para una organización por el mal manejo de la información
c) cuando las mentiras destruyen la confianza entre personas, comunidades y gobiernos
Hace ya casi cinco años que me adentré al fascinante y controversial mundo del polígrafo. Desde hace tiempo, como muchos otros, vislumbré el enorme potencial que tiene para el fomento de una cultura de honestidad y confianza en distintas organizaciones. El motivo por el que escribo este blog, es justamente para darle voz propia a este instrumento científico en el contexto actual y canalizar una serie de análisis, artículos, noticias y demás recursos que pretenden mostrar las enormes ventajas del uso del polígrafo en distintas áreas del quehacer humano.
El desarrollo de las ciencias forenses ha acarreado distintas técnicas e instrumentos para acercarse «a la verdad» en los sistemas de administración de justicia e inteligencia de diversos países. Uno de esas técnicas que ha marcado la segunda mitad del siglo XX hasta la fecha, principalmente en el contexto norteamericano, es el Polígrafo.
Conocido coloquialmente como el «detector de mentiras», lo hemos visto aparecer en distintos medios de la cultura popular (películas, series, documentales), no obstante este instrumento encierra un enorme enigma sobre su funcionamiento y alcance para descubrir si una persona realmente está mintiendo.
Para iniciar con este blog de cultura poligráfica, haré una primera aclaración que ya es bien conocida en los círculos de especialistas de esta técnica: «el polígrafo más que medir mentiras de forma directa, es una prueba diagnóstica que hace uso de la medición fisiológica para emitir un resultado categórico sobre la veracidad o no veracidad de una persona«.
Las mentiras así como otros fenómenos psico-sociales (pensamientos, sueños, intenciones) son inconmesurables, no son medibles de forma directa (Gougler y otros, 2011). Eso no quiere decir, que no se hayan desarrollado formas exitosas en cómo aproximarse a las mentiras de forma indirecta, como al día de hoy existen técnicas para aproximarse a otros hechos de la misma forma.
En una reciente tesis referente al uso del polígrafo como prueba en juicios, podemos leer:
«Un ejemplo de esta lógica de pruebas diagnósticas son las pruebas de embarazo: no emiten resultados absolutos con base a la medición objetiva de “bebés”, sino con base al conteo de una hormona denominada gonadotropina coriónica humana (HCG) en la orina. Cuando se toma la muestra de la orina y la presencia de esta hormona tiene relevancia estadística (basada en evidencia previa), se emite un resultado probable con un porcentaje de confiabilidad (99.5% de confiabilidad cuando se toma de forma correcta).
Lo mismo sucede con la prueba poligráfica: no realiza una medición objetiva de la verdad o la mentira, sino que toma una muestra significativa de las respuestas fisiológicas a los distintos estímulos de prueba para emitir un resultado con un porcentaje de confiabilidad, el cual, se incrementa cuando se siguen los protocolos estandarizados de prueba» (Rojas, 2019)
Recientemente tuve a mi primer bebé. Aún recuerdo el momento exacto cuando mi esposa me dijo que estaba embarazada y que lo sabía por una prueba de embarazo casera. En ese momento, a pesar de ser un hombre de ciencia y conocer que los resultados de una prueba científica no pueden ser absolutos, di casi por hecho que iba a ser papá con la enorme felicidad que ello conlleva.
Si bien es cierto que científicamente no podemos admitir una prueba como absoluta, las pruebas diagnósticas resultan de gran utilidad para tener información oportuna y confiable sobre distintos hechos en el mundo que vivimos. Su valor estriba en que reducen el nivel de incertidumbre ahí donde el azar puede resultar en una situación desfavorable o equivocada. Véanse por ejemplo los diagnósticos médicos que se rigen en la misma lógica.
La prueba poligráfica es una prueba diagnóstica que ha encontrado a través de distintos estudios, evidencia contundente de que sus resultados alcanzan porcentajes de confiabilidad arriba del 90% cuando es debidamente administrada. Lo que nos lleva a una muy interesante pregunta: si existe un instrumento científico capaz de constatar la veracidad de una persona con un 90% de confiabilidad, en un mundo de mentiras y apariencias, ¿en qué espacios resultaría útil saber si una persona está siendo honesta?
Gougler, M., Nelson, R., Handler, M., Krapohl, D., Shaw, P., & Bierman, L. (2011). Meta-Analytic Survey of Criterion Accuracy of Validated Polygraph Techniques. Polygraph, 193-305.
Rojas, Dulce (2019). El polígrafo como medio de prueba. Maestría en Derechos Humanos y Perspectiva de Género, IESP-FGE, 49-50